El Padre Gilbert Luis R. Centina III, agustino, filósofo, poeta, genio y queridísimo, queridísimo amigo, descansa ahora en la paz eterna... y no puedo terminar este ramo para él porque... me pesan los dedos. Mi corazón vaga en algún lugar en tiempos pasados desde la Universidad de Santo Tomás, donde nos sentábamos juntos en la clase de la Sra. Erlinda Rustia, a sus misiones en los pueblos más remotos de Perú, de vuelta a San Agustín en Intramuros después de tantos premios por escritos y traducciones al español, a los mítines de los Lealistas en Luneta, y luego a Oahu para las Misas diarias ofrecidas en la villa de Makiki Heights de los exiliados Fernando e Imelda que serían los ángeles los que traerían a Marcos de vuelta al país. ..y mucho después, tras el juicio de Imelda en Nueva York, estuvo en [Spanish Harlem] en Manhattan donde intercambiamos poemas y me hizo ganar algún premio por ellos en un pequeño libro publicado de mi versión poética de las horas litúrgicas. ...y luego se fue a Neguri, un lugar de veraneo privado para los muy, muy ricos, donde me envió vistas de su pintoresca iglesia y de sus sinuosos senderos, tan bellamente descritos con su talento para las palabras...Oh, mi queridísimo Padre Gilbert, gracias por todo lo que eres y más, por elevar mi alma con tanta destreza a las alturas celestiales de San Agustín y de San Juan de Letrán. Agustín y de San Juan de la Cruz, dos de los más desafiantes Doctores de la Iglesia con los que parecías haber tenido un discurso diario, y en este recodo del camino, ahora, mientras me detengo dejando estas flores cortadas desatendidas, por favor perdona mi rabia contra el virus Covid-19 por arrebatarte de esta manera. — RITA GADI, poeta, periodista, presentadora y comentarista de noticias